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Elogio a la indecisión

Elogio a la indecisión "El indeciso nos impacienta porque nos estorba. Sin embargo, el indeciso hace uso de su libertad. En efecto, la libertad no consiste sólo en tomar decisiones pese a las presiones del entorno: también consiste en la posibilidad de no tomar decisiones. Además, paradójicamente, los indecisos pueden ser tantos que decidan el resultado de las acciones de los demás. De modo, pues, que debiéramos decidir escuchar al indeciso.

Siempre se nos exige que tomemos decisiones, y que lo hagamos en seguida. El apremio de la vida moderna es tal, que los indecisos suelen ser mal mirados. Suele preferirse un decisor rápido a uno lento, independientemente de la calidad de las decisiones que tomen uno y otro.

La impaciencia para con los indecisos es comprensible. Ellos entorpecen el tráfico de todo, confunden, y hacen perder el tiempo de las personas serias, que siempre toman decisiones firmes. Decididamente, la indecisión es una plaga.

Los indecisos tienen tan mala fama que a veces se los equipara al asno de Buridan, el eminente filósofo medieval (Buridan, no su asno). Cuando le ofrecieron dos haces idénticos de heno, la mirada de este burro aun más famoso que Platero osciló de un montón al otro. No percibiendo ninguna diferencia entre ambos, no pudo tomar una decisión. Resultado: murió de hambre. Evidentemente, no se le ocurrió revolear una moneda. ¡Qué burro!

La importancia de la toma de decisiones en todos los órdenes de la vida es tal, que se ha construido toda una teoría acerca de ella. Desgraciadamente, se puede probar que esta teoría no sirve sino para ganarse la vida enseñándola en alguna facultad.

Además, dicha teoría da por sentado que no hay lugar para la indecisión ni, por lo tanto, para la inacción. Pero que lo hay, lo hay, como se diría en una zarzuela. Para ver que es así, imaginemos el diálogo que sigue.

---¡Déjate de vacilar! ¡Decídete de una vez, porque hay apuro!

---Precisamente por esto, porque hay tanto apuro, no puedo decidir en seguida.

---¿Cómo es eso?

---Muy sencillo. En primer lugar, no me das tiempo para recabar la información necesaria para adoptar una decisión racional. Segundo, en este momento no me siento motivada para tomar una decisión. Cualquiera que ella sea, me obligaría a hacer un esfuerzo que no quiero hacer ahora. Tengo la cabeza en otro lugar y las manos en otro horno.

---Esto es demasiado complicado para mí. Haz como te parezca. Yo me voy a anotar en un curso de teoría de la decisión, para averiguar por qué no hay que tomar decisiones cuando se está apurado.

---Que lo apruebes.

Empecemos, pues, el cursillo. Será facilongo: no se exigirá la toma de decisiones más allá de anotarse. Por consiguiente todos, decisos e indecisos, lo aprobarán. Al fin y al cabo, el curso se imparte en una universidad nuestra.

Empecemos por lo obvio. El esclavo, el preso, el soldado, el cura y el militante de una organización clandestina no pueden decidir libremente: deben hacer lo que decida quienes los manda. Quizá por esto suele creerse que la libertad consiste en el poder de decidir lo que a uno se le antoje.

Pero, si así fuera, no habría libertad, ya que incluso los más poderosos tienen limitaciones. Por ejemplo, algunos teólogos bizantinos sostenían que ni el propio Dios podría alzarse jalando sus sandalias, cordones de zapatos, o lo que se lleve en el reino celestial. Según el famoso sabio Leibniz, Dios puede hacer cuanto quiera salvo contradecirse. Y todos los sicilianos saben que incluso el "Capo dei capi" de la Mafia debe sujetarse al código de los "hombres de honor", so pena de caer en desgracia. (Como es notorio, esto es lo que le sucedió a Totó Riina pese a su amistad con el político que fuera siete veces primer ministro de Italia: por ser tan poderoso, creyó ser todopoderoso.)

Si la libertad no consiste en poder decidir lo que uno quiera ¿qué es? Según lo que antecede, la libertad es el poder de no tomar una decisión cuando uno no desee tomarla.

Es decir, ser libre es poder ser indeciso cuando a uno se le antoje, con razón o sin ella. Esta tesis tiene algunas consecuencias interesantes.

Una consecuencia de nuestra redefinición provisoria del concepto de libertad es que la frase del himno nacional argentino que empieza "Yy los liibres del muundo respoonden . . . ." tendría que cambiarse, vocal más, vocal menos, por "Y los indeciiisos del muuundo respooonden".

Una consecuencia mucho más importante es que, cuando la opinión pública está polarizada, quienes zanjan la cuestión son los indecisos. El famoso escritor brasileño Luis Fernando Verissimo (hijo del no menos famoso Erico) lo dijo con su gracia habitual en su reciente libro Comedias da vida publica (Porto Alegre: L&PM Editores, 1995). Leámoslo en traducción libre.

Diálogo entre dos organizadores políticos en vísperas de una elección que se anuncia reñida:

---Nuestro futuro depende de los indecisos.

---Pero ¿se puede confiar en los indecisos?

---¿Qué otra cosa podemos hacer?

---¡Qué país! La decisión está en manos de los indecisos. Precisamente el segmento de la población que menos vocación tiene para decidir.

---Si por lo menos nuestros indecisos fuesen más . . . tú me entiendes.

---¿Decididos?

---Eso.

---Pero entonces no serían indecisos, sino decididos. Y el 40% de los decididos está a favor de . . .

---Ya lo sé, ya lo sé.

---Es necesario emprender una campaña dirigida específicamente a los indecisos.

---Camisetas, calcomanías, llaveros. . . Todo con el mismo logo, para que ellos no tengan que decidirse.

---Porque, si se decidieran, pasarían de indecisos a decididos, y nosotros perderíamos las elecciones.

---Pero si siguieran indecisos . . .

---Estaríamos perdidos.

Hasta aquí, la inimitable y temida pluma (o computadora) de Verissimo filho, uno de los grandes humoristas serios de nuestro tiempo.

Sin embargo, admitamos que la concepción de la libertad como capacidad de no tomar decisiones es parcial e incluso sofística. En efecto, ella sólo aclara el concepto de libertad negativa, o "libertad de",no el de libertad positiva, o "libertad para". Intentaré explicarme.

Ejemplos de libertad negativa: estar libre de compromisos, de habitar en una villa miseria, de no trabajar, de morirse de hambre, y abstenerse de tomar decisiones.

Ejemplos de libertad positiva: ser libre para tomar decisiones, trabar amistades, amar, hablar, trabajar, mercar, asociarse, protestar, y actuar en política.

Sugiero que la libertad plena es tanto positiva como negativa.

Sin embargo, de hecho la libertad total es ilusoria. Sólo podemos aspirar a gozar de libertades limitadas, porque la pertenecía a cualquier círculo o sistema social impone obligaciones. Recordemos dos máximas morales pertinentes.

Una de ellas es "Tu libertad termina donde empieza la mía". O sea, tienes derechos, pero no éstos no son irrestrictos, sino que están limitados por los derechos ajenos. Este principio limita la libertad positiva. Impide que los derechos se conviertan en privilegios.

El segundo principio limita la libertad negativa. Reza así: "Todo derecho implica un deber". Por ejemplo, mi derecho a transitar por la acera acarrea el deber de no ensuciarla, para que otros puedan ejercer el mismo derecho. Y mi derecho a votar implica el deber de emitir un voto informado. El motivo es claro: mi voto puede influir el resultado de las elecciones, el que a su vez afectará a otros.

El ejercicio de la libertad negativa involucra el derecho a la indecisión. En cambio, el ejercicio de la libertad positiva involucra el deber de tomar decisiones. ¿Cómo se compaginan ese derecho y esta obligación?

¡Ah! No me pidan que tome una decisión sobre esta cuestión, porque por el momento no tengo ganas ni me alcanza el conocimiento. Ella podría ser motivo de un segundo cursillo. Nótese que digo "podría ser", no "será". Quiero conservar mi libertad de no tomar decisiones. "

Tomado de AA. VV, Textos para pensar, pp. 96-101. Buenos Aires: Editorial Perfil, 1996.

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